Y pensaba que no sería capaz, que no podría lograrlo, que no podría sonreír, nunca, aun que supongo que nunca es una palabra muy grande. Porque recuerdo como día tras día entrabas llorando en esa vieja habitación ponías la música a tope, lo más fuerte posible para que nadie escuchará esos chillidos, y gritos llenos de odio, ira y rencor, esos sentimientos que día a día aumentaban, que te amargaban la existencia. Porque por desgracía sabía lo que sentías, yo era tú, eramos una misma persona, porque yo era esa que estaba llena de rencor, ira y odio, pero era imposible deshacerse de tales sentimientos, porque dolían, duelen. Era ese tiempo en el que pensaba que todo no podía empeorar y al segundo siguiente la volvías a cagar, volvías a meter la pata, y de nuevo volvías a tener razones para llorar, y gritar sin descanso. No había nada que calmase esa agonía, que callase esos gritos, ni si quiera las pequeñas esperanzas que quedaban en el fondo de ese corazón helado. Porque sigo gritando, nada pasó, pero hace ya de esto.
Porque pensé que estos tiempos no se calmarían nunca, y ahora lo veo, no me equivocaba, seguimos gritando por un tonto capricho que nunca llegará.
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